Andr�s Calamaro
Cafet�n de Buenos Aires
De chiquil�n te miraba de afuera,
como esas cosas que nunca se alcanzan,
la �ata contra el vidrio,
en un azul de fr�o,
que s�lo fue despu�s, viviendo,
igual al m�o.
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho, me diste, entre asombros,
el cigarrillo, la fe en mis sue�os
y una esperanza de amor.
�C�mo olvidarte en esta queja,
cafet�n de Buenos Aires,
si sos lo �nico en la vida,
que se pareci� a mi vieja?
En tu mezcla milagrosa,
de sabihondos y suicidas,
yo aprend� filosof�a,
dados, timba y la poes�a;
cruel, de no pensar m�s en m�.
Me diste en oro un pu�ado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
Jos�, el de la quimera;
Marcial, que a�n cree y espera
y el flaco Abel que se nos fue
pero a�n me gu�a.
Sobre tus mesas que nunca preguntan,
llor� una tarde el primer desenga�o,
nac� a las penas, beb� mis a�os�
�y me entregu� sin luchar!